miércoles, 27 de mayo de 2009

A-BU-RRi-DO


El color de la casa de mi vecino, hace que me aparezca una cana más, cada vez que paso por ahí. Ese es un tipo de mal humor, comparable al que nos hace apretar la mandíbula y rechinar los dientes en la calle, conduciendo, cada vez que un microbusero hace de las suyas y también cuando el naco de adelante olvida por completo el código tácito de "uno y uno", avienta su coche hacia adelante y no le importa si se lleva un rayón, con tal de no dejar pasar. Así es. Prefiere regresar a casa esperando que "salga con polish" que haber dejado pasar a alguien, evitando así, llegar exactamente siete segundos después de lo que llegó.
Ahora, hay fechas que suceden sólo una vez al año. Mi -su-cumpleaños, Navidad, año nuevo, vacaciones -supuestamente-, etcétera. Hay situaciones peores, cuando sólo se dan cada cuatro años: Años bisiestos, mundial de futbol, olimpiadas (verano o invierno), un superávit en nuestro año fiscal, etcétera.
Hoy, fue la final de la Champions, totalmente decepcionante. ¿Por qué? Supuestamente estamos viendo a los dos mejores equipos de Europa -del mundo-, jugándose la copa más prestigiosa del futbol, dejando sudor, sangre y lágrimas en la cancha, Roma, para ser exactos. El resultado fue un 2-0 a favor de el equipo de Barcelona, sin emoción.
Vamos a dejar dos cosas claras: el futbol me vale madres el 85% del tiempo, y ninguno de los dos equipos que disputaron la final me prenden. Sin embargo, la semifinal de hace tres semanas me tuvo en el filo de mi sillón por al menos 45 minutos. ¡Qué partido! (Chelsea vs. Barcelona), vaya que ahí sí, cada jugador -millonario o no- dio todo lo que tenía, y en el minuto 93, Barca anotó el gol que necesitaba, a base de esfuerzo, técnica grupal y corazón. Solo quería hacer notar, que sí se puede. Cabe mencionar, que los catalanes lo lograron como visitantes, kudos para ellos.
Y terminó el partido y sin tiempos extras, ni más. Los catalanes se llevaron "la orejona" y se fueron a festejar a las Ramblas. Y Barcelona debe ser un fiestón, y con razón. Ganar la Champions no es cualquier cosa, pero yo, estoy aquí, escribiendo de por que terminó el partido y no me dieron ganas de vesirme de blau-grana.
Ubiquen esa sensación anual de cuando el gran festejo cumpleañero se termina. Así como cerramos la puerta después de haber despedido al último invitado, llega un gran suspiro y lo primero que pensamos es: hasta el próximo año. Así me sentí hoy, que apagué la televisión y bajé a comer en cuanto terminó el partido. "La Juve tiene que ganar con bombo y platillo la del 2010".
Chale, que mal juego, los Red Devils -vestidos de blanco- ni aparecieron, Ronaldo con su cara igualita a cuando acababa de chocar su Ferrari, queriendo matar a Puyol, después de como lo marcó. Tévez fue mencionado apenas dos veces en los 45 minutos que jugó. Rooney sigue sin dar una (desde la última vez que me acuerdo que haya dado una) y Scholes y Van der Sar, a quienes siempre he admirado como jugadores, quedaron como imbéciles. -Sir- Ferguson desaprovechó su último -o uno de los últimos- partido al frente del Man-U y yo, un simple, casi neófito espectador quedé igual de emocionado que la última vez que gané un volado. Si pudieran ver mi cara, lo entenderían.
Creo que fue igual de decepcionante como cada cuatro años que es eliminada la Selección Nacional del mundial, o que los participantes de las olimpiadas no ganan la medalla de oro.
Es mucho esperar para emocionarse tan poquito, ya sean 10 segundos, 90 minutos o unos cuantos rounds.
Los eventos anuales deberían contar con más elementos que los hagan memorables. Si no, cada navidad, abrimos uno o dos regalos y se acabó, a esperar otros 365 días.
El domingo pasado fue el Gran Premio de Mónaco, la creme-de-la-creme de la Fórmula 1, ¿Estaría muy mal si en lugar de dejar que corran los pilotos en sus autos de principio a fin, se agregaran...mmm...no sé, dos o tres ametralladoras calibre .50 que le apunten al último lugar, para que así le echen más huevitos? ¿O qué las 500 Millas de Indianápolis se corrieran a los mismos 350 kilómetros por hora, pero en reversa? ¿O qué los jugadores tanto del Manchester como del Barcelona tuvieran aparatos explosivos en sus calcetas que se activaran al azar? Caray.
La vida debería ser más ciencia-ficción y menos de hueva. Así es en mi cabeza.
¿Es mucho pedir más emoción? Ya sé, todos los partidos importantes deberían de ser semifinales, ya que, debo agregar, que el partido de vuelta de la semifinal del Clausura 2009 de Pumas vs. Puebla, también me hizo brincar. ¡Qué viva el tercer mundo!

lunes, 18 de mayo de 2009

Termo-status


Es dificilísimo estar de acuerdo en todo, con todos los demás. Por todos los demás me refiero al menos, a las personas que estén ahí, en ese momento. Hay varias situaciones en las que nadie puede negar que lo está disfrutando, de esas por las que no hemos perdido la capacidad de asombro: Un espectáculo de fuegos artificiales o un bonito atardecer, por ejemplo. No hay vez que he presenciado uno de éstos sin que alguien suelte un suspiro o un jadeo de asombro.
Entonces nos encontramos con lo controversial, temas de esos que por lo general provocan una discusión -a veces interesante, a veces, no tanto- y podemos ejemplificar utilizando: la política, el fútbol y demás deportes.
Pero hay una discusión en particular, que en mi caso, es imposible de resolver, ya que se trata de simple y llana apreciación humana. El clima. A nadie hace feliz.
Cuando brilla el sol, y no hay nubes en el cielo, alguien tendrá calor, tanto, que se quejará. Y así, para que sigo dando ejemplos...
La verdad es que a mí me ha dado frío (de chocar dientes y palidecer) en tan pocas ocasiones, que me acuerdo de cada una de ellas. Si contamos que tres de ellas coincidieron con las tres veces en mi vida que me ha dado fiebre, estamos descontando el 45 por ciento. En fin. Vivo en una ciudad con un clima privilegiado, lástima que no esté preparada para ningún extremo, es decir, no hay cultura del clima -tampoco- y esto hace más difícil vivir el día a día y provoca que al comenzar el día, sea la primera queja de casi todos a los que conozco.
¡Qué calor! cuando estamos a 24 grados centígrados.
¡Qué frío! cuando el termómetro baja a 15.
Chale, y entonces ¿No han estado en Canadá en invierno, o peor aún, en verano? Eso es un clima extremo. Julio: 38 grados con humedad de 65 por ciento, enero: -22 grados centígrados con vientos de 50 kilómetros por hora. Para que se sigan quejando, chilangos.

Me pone de mal humor la gente que cuando apenas estamos a menos de 15°, sacan la bufanda, el abrigo, el gorro y las orejeras... ¡Qué maricas! El clima ha cambiado mucho, me voy a cagar de risa cuando las temperaturas mínimas estén en -5° en el valle de México. A ver que se usan entonces. Una buena chamarra, una cobija -con o sin orejas- y una buena película, hace que se uno se olvide que los pingüinos están cada vez más cerca.
La lluvia, no tiene remedio, el problema es que el cerebro de casi todos en esta ciudad es soluble al agua...y la ciudad misma no ayuda. Si manejas, se inunda, si caminas, también...uno nunca sabe cuando se va a venir abajo la ladera que sotiene la casa, cuando caerá un alud de lodo, o cuando empezará a llover de abajo hacia arriba.
El calor, es más problemático, ya que, a diferencia del frío, destaparse no es la solución, el calor igual se siente. ¿Aire acondicionado? No, no hay. Es impresionante como los más grandes y sofisticados edificios empresariales, centros comerciales y demás construcciones nuevas no lo tengan, o peor aún, no lo enciendan. Cuando la temperatura está a 30° en el exterior, es necesario tener circulación de aire fresco, por que entre los rayos del sol, el calor humano y la necedad, la temperatura se siente como de 40°. Igual sucede con el pavimento y entre los microbuses, vaya que se siente más calientito.
Sigo insistiendo, el raro soy yo, o más bien comienzo a creer que soy conformista. Si hace calor, sudo, y ya, eso es el worst case scenario.
Si hace frío, me tapo...se acabó, quejarme todo el día al respecto, no va a cambiar el clima, ¿O qué? ¿Les ha funcionado? Considero una táctica absurda y desesperada buscar el apapacho por medio del clima.
Hoy estamos a 17 grados centígrados, con cielo nublado y posibilidad de lluvia en cualquier momento. Deal with it. Una queja más en el status y golpeo sin preguntar.

lunes, 11 de mayo de 2009

Comunicólogos


Hoy, durante la comida, platiqué con mi abuela acerca del pasado, y eso es lo que siempre platico con ella, sí, de la nostalgia que vive permanentemente en ella. Hace muchos, pero muchos años que llegó a México y por ahí podemos empezar.
Corría la década de 1930, y mientras ella estaba aquí, acostumbrándose a comer frutas y vegetales todo el año, a que le dijeran güerita todo el tiempo y al verano "permanente" (considerando que vivió en Polonia antes), la Segunda Guerra Mundial se desató. Sin más detalles controversiales y polémicos, lo que mi abuela vivió desde México, no se lo deseo a nadie. Su familia más cercana estaba acá, pero muchos más se quedaron allá. ¿Cómo enterarse de quién estaba bien, a salvo, en otro lugar? No sólo eso; enfermos, sanos, nuevos padres, nuevos matrimonios. La comunicación intercontinental era casi imposible. El correo (¿el qué?, ah ya, es que no lo reconocí sin la "e" del principio o sin electrónico al final) tomaba semanas, meses y nunca fue -sigue sin serlo- absolutamente confiable.
Después llegaron muchas maquinitas de las que hoy nos reímos: el primer facsimile (del latín fac simile: hacer una copia) que no era más que una máquina de escribir de esas de Ministerio Público conectada a una línea telefónica -y me dio flojera leer más de como funcionaba-, se acabó llamando fax, hoy en día todavía se utilizan, pero, ¿para qué? si ya existen los escáners y el e-mail con archivos adjuntos. Al mismo tiempo, las computadoras que ocupaban 50 metros cúbicos se redujeron a las llamadas "de escritorio". Los militares tenían una cosa rara llamada intranet, por donde podían compartir datos, de una manera muy rudimentaria, de una locación a otra. Toda casa habitación contaba con teléfonos (sí, nos saltamos el telégrafo y todo eso), pero el alcance de uno de éstos dependía de cuantos metros de cable tenía enredados al auricular. ¿Se acuerdan de los de ruedita?, era horrible equivocarse en el quinto número.
En cosa de 20 años, todo es inalámbrico, satelital, celular y demás términos exóticos. Yo sí me acuerdo del modem de 14,400 kbps, que fue duplicando su velocidad hasta llegar a la banda ancha de 1MB de transferencia garantizada.
Claro ejemplo de que todos somos "comunicólogos" me remonta al año 2005, (con todo respeto) a la muerte del Papa Juan Pablo II. No sólo contamos con la capacidad de enterarnos inmediatamente de lo que sucede en los lugares más recónditos del planeta, en esa ocasión, abusamos de ello y las transmisiones comenzaron ANTES de que el señor realmente muriera. ¡Qué gente!
No es mi intención criticar a la prensa (con todo y la parte que me llevo), si no hacer notar la capacidad de comunicarse inmediatamente.
El que en 2009 no tiene -al menos- un teléfono móvil, o es un hippie, o de plano no quiere progresar. Al que en 2009 se le olvida su móvil en casa, pasa el peor día de su vida. No bastó con poder comunicarnos en casi cualquier parte del mundo vía telefónica, sin restricciones y cada vez más barato, ahora ya la gente disfruta estar conectada a su oficina 24/7. En serio, ¡Qué gente!
La sobrecomunicación tiene un efecto inmenso en la sociedad. El que no tiene su Blackberry, iPhone, o demás touchs, berries, sidekicks, etcétera, es un antisocial.

Soy un antisocial, porque apago mi teléfono en las noches, porque me gusta mucho hacer eso que se hace en las noches: dormir.

Claro, la evolución continuó, y la era digital alcanzó a los diarios, claro ejemplo, este blog, twitter, Google...mmm...todo: calendar, business, office, market, blah, blah, blah.

Equipo necesario para sobrevivir un día laboral: Un café bien cargado que le pedí a un interfono, conmutador con 10 líneas, conectado a módulos (porque ya no son teléfonos) receptores de 6 GHz, computadora de escritorio, conectada a un disco duro externo de 500GB (mínimo), conectado a la laptop en red para transferir archivos para llevarlos a casa, Firefox, con múltiples tabs abiertas: correo electrónico (a veces las cuentas juntas, a veces cada cuenta por separado), blog, Twitter, Facebook, Wikipedia, Youtube -ahora en HD-, la del banco, la de los jueguitos para la hora nalga, BBC, CNN, MSNBC, y claro, el Adium para tener mis cuatro cuentas con las que puedo chatear al mismo tiempo habilitadas, celular, cargador, USB, flash drive, mouse inalámbrico, lector de tarjetas, cámara digital, reproductor MP3 conectado al disco duro, conectado a ambas computadoras para tener un doble respaldo de la información mientras se descargan en vivo mis videos favoritos del día, bocinas con Bluetooth para poder escuchar la música que está siendo sincronizada a todos lados. Todo en red, todo inalámbrico, todo en banda ancha, todo funcionando en sincronía con todo lo demás (menos el café, ese no lo queremos cerca de ningún aparato electrónico, al menos que sea la cafetera) y todo sin interrupciones ni fallas. ¿Algo más?

El día que una oficina se queda sin red, adiós trabajo, el día que un servidor cae, adiós productividad.
El día que mi abuela llegó a México, había que llamar a la operadora, darle tres números y te "enchufaba" para poder hablar con una persona REAL.
Hace unas semanas, que estaba en Acapulco, tomé una foto al atardecer con mi Nextel, le piqué a PTS (push to send) y le llegó a la flaca -te quiero flacaaaaaa-, quien se murió de envidia. Ella pudo haberme enviado una foto de regreso con su cara roja de coraje, un SMS con un saludo no tan bonito para mi mamá, o cualquiera de las otras 50 opciones de comunicación inmediata por la que no tenía que moverse más de tres metros de donde quiera que haya estado en ese momento.
Vivo en un país tercermundista y aún así, cuento con todo esto. ¿Qué sigue? Todos somos comunicólogos, todos somos especialistas y todos estamos conectados a algo, claro, sin cables.

domingo, 3 de mayo de 2009

Buen tino




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Largo descanso

¿Cuánto tiempo duró el fin de semana? Parece que han pasado meses. Ayer por la noche abrí mi ventana en consecuencia del calor. Hoy por la mañana, aunque sea domingo, se escuchaba mucho menos ruido del habitual. Apenas dos o tres peseros "tuneados" interrumpieron mi sueño. Ni siquiera los niños en el jardín se escuchan. ¿Dónde está todo mundo? Me parece racional pensar que los videojuegos y las películas a la venta y renta están agotados.
Todavía faltan días de inactividad, y eso no es bueno para todos. Habemos algunos que deseamos seguir trabajando para avanzar, e irónicamente no nos lo permiten.
¿Puente? Cuando fui estudiante los puentes apenas alcanzaban para madrearnos más antes de que fuera lunes otra vez y pasar el resto de la semana pensando en el siguiente fin de semana, ideal para descansar de todo el desmadre que habíamos hecho en tres días y tres noches. Hoy hay incertidumbre: ¿Será que mañana tengo que levantarme temprano ya y darle marcha a mis pendientes? No creo, así que hoy, también me voy a dormir hasta las tres de la mañana, y si mañana recibo una llamada a las 8:30am de trabajo, tendré que esperar hasta el próximo viernes para poder descansar una vez más.

Lo que no hay que leer